La democracia chavista

Se discute en las tertulias de periodistas españoles si en Venezuela hay o no una democracia. Felipe González ha declarado que Chávez es un dictador con una manguera de gasolina en la mano. La metáfora es evidente: gasolina para salvar a la dictadura cubana, para lanzarse como líder continental y para incendiar a su propio país y al vecino cuando le convenga.

      Unos creen que allí no hay una dictadura al uso, pues la oposición tiene resquicios para opinar y porque cada tanto se celebran elecciones. Otros, creemos y decimos que la democracia no es sólo eso, sino un ejercicio cotidiano del pluralismo y que Hugo Chávez dista mucho de ser un demócrata, y está embuido del mesianismo populista de las charreteras castrenses de ese continente de caudillos.

      Esta mañana nos enteramos que ha detenido a un líder histórico de la democracia cristiana, Oswaldo Álvarez Paz, por unas declaraciones emitidas por Globovisión. Se le imputa por la vía penal de un delito de conspiración, instigación pública a delinquir y difusión de información falsa. Es decir, por hablar en un medio de comunicación sobre un tema que disgusta sobremanera al gobierno: la presunta implicación del mismo en el caso que se ventila en la Audiencia de España, sobre el apoyo a la conexión ETA/FARC para atentar contra altos dirigentes políticos colombianos en suelo español. Es ese tipo de decisiones, imposibles en un Estado democrático europeo, que visten al uniformado de dictador, aunque convoque a las urnas cada seis años.

      La libertad de expresión es la primera que cae cuando quien gobierna es un dictador. En realidad lo que existe en Venezuela es un Estado aparentamente democrático, pero sólo en la forma. La esencia de Hugo Chávez es la de un dictador que ha aprovechado todos los vericuetos de la democracia para instaurar una supuesta revolución, que ha hecho aumentar la pobreza en sus once años en el poder. Ahora es la hora de las instancias internacionales para que Álvarez Paz sea liberado de inmediato.