martes, 22 de septiembre de 2009

LA PAZ EN CUBA

La inicitativa de Juanes, apoyada por artistas españoles y americanos, pero también denostada por otros cantantes y músicos del universo latinoamericano, se concretó en la histórica plaza de la Revolución en una Habana, rebosante de público (entre 500.000 y un millón, según diversas fuentes).
Un canto a la paz, que no estuvo exento de proclamas a la libertad, a los presos políticos y que dejaba leer un subtexto de unión entre hermanos cubanos a una referencia a los dos millones que viven fuera de la isla, muchos de ellos desde hace casi 50 años y otros tantos, hijos y nietos de éstos, nacidos en los países de acogida del exilio cubano, principalmente, Estados Unidos, España, Venezuela y México. El olfato de Juanes para el marketing musical está más que probado. Si la paz en libertad surge en Cuba está por verse. La paz en la opresión ya la conocen, falta la otra.
Algunos analistas ha visto en este acto cultural, como lo ha calificado Barack Obama, una acción política de apertura; otros han escrito palabras de repudio al considerar un apoyo directo a la dictatura de los hermanos Castro. A los cubanos que estuvieron allí, de pie, a plenos sol caribeño, entre las dos y las siete de la tarde (el concierto no puedo hacerse de noche, porque la iluminación artificial costaba 150.000 dólares y el presupuesto no llegó a tanto), les pareció una oportunida, rara vez vista en su país, de bailar y compartir incluso con algunas cubanas-americanas, que se declararon dichosas su alegría de estar en La Habana.
La paz en Cuba no está amenazada porque reina la paz del silencio. Ni ninguna potencia extranjera está planeando una nueva Bahía de Cochinos. Lo que sí ha estado conculcada es la libertad de expresión, desde hace ya medio siglo. Es muy cómodo ser comunista desde la confortable villa en Miami o desde el chalet de millonarios en Madrid y ponerse a cantar a la paz (que todos queremos sea una realidad).
Lo que no es cómodo para el pueblo cubano es tener que buscarse la vida con una cartilla de racionamiento en la mano; con el carné del Partido Comunista en la frente; cuidándose de no alzar la voz, no sea que el vecino del CDR lo denuncie por antirrevolucionario. Su paciencia, domada por el miedo, ha sido y es infinita. ¿Cuánto tiene que aguantar un pueblo para conseguir la paz y la libertad? ¿Cincuenta años no son suficientes?
Cualquier apoyo que signifique que este régimen de dinosaurios políticos continúe en el poder es un atropello al pueblo cubano. Cualquier iniciativa que empuje hacia el fin del fidelismo y dé esperanzas de libertad, apertura y calidad democrática será bienvenida por ellos. El concierto por la paz habrá cumplido su actuación cuando podamos valorar si sirvió para lo segundo y no para los primero.

1 comentario:

CARLOS PEREZ ARIZA dijo...

ESTO ES UNA PRUEBA, PORQUE ME COMENTAN QUE NO PUEDEN ESCRIBIR COMENTARIOS...VEAMOS SI FUNCIONA.