jueves, 17 de septiembre de 2009

PROFESORES CON AUTORIDAD

La autoridad se ha ido perdiendo en España. Se pasó, en 34 años, del autoritarismo severo del franquismo a una relajación indiscriminada y progre, que ha invadido la superficie de la sociedad instalándose como si fuera algo normal.
Ya nadie se habla de usted, salvo en contadísimos escenarios. Es en las aulas de la educación escolar donde más severamente se siente esta manera de irrespeto a maestros y profesores, que acuden a sus clases con el miedo metido en el cuerpo. Niños de 10, 12 años no tienen empacho en agredir de palabra o de mano a sus docentes. Además, lo graban con sus móviles y lo cuelgan en la RED, para mayor escarnio de sus maestros y lo exhiben como trofeos de guerra. Éstos, sin apoyo, se dan de baja en número creciente cada curso.
La cosa es tan grave, que el jefe del Estado, el rey Juan Carlos I, que no se mete en política desde el intento de golpe cívico-militar de 1981, dijo ayer que está bueno ya, que hay que potenciar la figura del maestro y del profesor, pues son pilares fundamentales de la formación de los niños y jóvenes españoles. O sea, que el rey está preocupado por el futuro de sus súbditos, no vaya a ser que empiecen en el colegio y terminen quemando la Zarzuela.
La iniciativa la ha tomado una política del PP, Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, a quien le parece que ha llegado la hora de salvaguarda a los educadores de la ferocidad de sus alumnos y de algunos de sus padres. Propone darles el rango de autoridades civiles, con lo cual los equipararía a los fiscales, jueces o policías. Tal posición los blindaría ante los agresores, ya que incurrirían en actos penales, con sentencias de hasta 3 años de prisión, aunque al ser menores de edad, veremos cómo se cumplirían.
El anuncio ha levantado voces en pro y en contra. Aunque parece que la medida prosperará. La autoridad no se decreta, dicen unos; es imprescindible garantizar la labor de los docentes sin sobresaltos, apuntan otros. Si bien es cierto que la autoridad se puede transmitir a través del conocimiento, del ejemplo, del buen hacer; también es necesario que los profesores tengan una garantía procesal, un fuero que disuada a los díscolos discentes de emprenderla a palos contra ellos.
Mientras tanto, la amplia España debería buscar el equilibrio entre las buenas maneras, y una autoridad bien entendida, donde el docente sea un verdadero guía, una amigo mayor de sus alumnos, y no el amiguete que quisieran que fuera los pequeños agresores para darle un cogotazo cuando les venga en gana.

No hay comentarios: